Eso es lo que pienso algunas veces cuando la veo sufrir. Me he equivocado. La veo crecer día a día, en altura, en carácter, como persona, y me siento orgullosa de ella. Aunque nunca somos perfectos, y muchas veces cometemos errores, he tratado de hacer siempre lo que he considerado mejor para ella, como todos los padres y madres hacemos con nuestros hijos. He querido enseñarla a ser generosa, a compartir, a no tener envidia de nadie y que no necesitara ser como nadie para ser feliz. He querido que aprendiera a tratar a todos por igual, aunque cada uno seamos diferentes, a no presumir de sus virtudes, aunque sabe que las tiene, y a asumir y aceptar que tiene defectos, a no mirar a nadie por encima del hombro ni pensar que es más que nadie. Y creo que lo he conseguido, aunque no soy una madre perfecta, ni tengo una hija perfecta, pero si una hija maravillosa y, por encima de todo, una gran persona.
Y aún así hay veces que creo que me he equivocado, porque no la he enseñado a competir, porque no la he enseñado a manipular a los de su alrededor para dejar de lado a alguien desfavorecido o que, sencillamente no te gusta, porque no la he enseñado a pensar que los demás tienen que envidiarte porque eres el ombligo del mundo, porque para ser la mejor hay que llevar zapatillas de marca o elegir un vestido, un juguete o un libro antes que los demás y pensar que si alguien te sigue es porque lo has hecho tu primero. Me he equivocado por no enseñarla a responder con crueldad a los que son crueles con ella, a no insultar a los demás cuando te insultan en lugar de haberla enseñado que insultar es una pérdida de tiempo y que es más divertido jugar que pelearse.
Pero cuando me paro y la miro me doy cuenta del gran corazón que tiene, de la bellísima persona que será el día de mañana, porque ya lo es hoy, y de su gran generosidad y creo que es como tiene que ser, ella misma, con sus virtudes y sus defectos, pero ella misma por encima de todo. Y creo que solo me queda algo por transmitirle: fuerza y seguridad, para que no le hagan daño como la están haciendo ahora.
Y bueno, por hoy dejo las reflexiones que, la verdad, no son lo mío, aunque supongo que hoy necesitaba explotar por algún sitio.
Querida Virginia, me encantó lo que escribistes sobre tu niña; mi hija tiene 23 años, es odontologa y soy la madre más orgullosa del mundo, y como tu dices les enseñamos a querer, a disfrutar, a vivir la vida y olvidar las cosas no tan buenas que a veces pasan, pero no hay nada más bello que verlas como son: lindas de corazón¡¡¡ Felicidades para Uds. dos. Olenka, Huánuco-Peru
ResponderEliminarme conformo con que mis hijos sean personas de bien como tu dices con eso soy feliz maria,
ResponderEliminaruna reflexion muy reflexionada a las k somos madres como tu , eso me lo digo yo muchisisimos dias , se llevaran palos y se levantaran y aprenderar mas valores buenos , pero k me dices de akellos niños k nuncan han tenido la base k los nuestroos han heredado?? k no han sido tan afornutados ni tan keridos como los nuestros , k nunca tendran esa base de humildad y saber estar k tiene la tuya , y esoooooooo es uno de los valores mas importantes k tienes k kedarte , k cuando tu hija se haga mayor como yo hice no hace mucho con mi madre, se sentara contigo y te dira : Gracias por haberme educado así , mamá . Hace miles de meses k no entro por los blogs , pero tu reflexion k me a removido sentimientos me a hecho k no me podia ir sin decirte esto , por cierto me encanta tu blog , y tus poesias, y tus cositas , y , y, ............. todo es PRECIOSO ,mil besos guapa . Entrare mas veces.
ResponderEliminarQuerida amiga, lo más valioso que le diste a tu pequeña son los valores, todo lo demás que deberá aprender para defenderse en esta gran jungla lo deducirá sin problemas pero desde lo humanitario y por armas la razón y la palabra... te felicito!!!
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