Se han acabado las vacaciones y, en mi caso, las hemos acabado con un bonito viaje a Disneyland París. Ya estuvimos hace cinco años con la peque pero este año como regalo de Comunión nos ha tocado repetir.
La ilusión ha sido grandísima, sobre todo para ella. Han sido cinco días de carreras, de nervios, de ilusión y, en algunos momentos, todo hay que decirlo, de decepción e impotencia.
Nunca se puede generalizar, porque no todo el mundo es igual, y si bien nos hemos encontrado con mucha gente encantadora, por desgracia, también hay que decir que nos hemos encontrado con mucho personal del parque desagradable. Cuando hablo de impotencia es porque es lo que se siente cuando ves que tu peque, con toda la ilusión del mundo se acerca a un personaje Disney para conseguir una firma y una foto, con una sonrisa que le llega de oreja a oreja, y vas viendo que solo por el simple hecho de hablar español la dejan la última, mientras ves cómo van atendiendo a los que son del país o incluso de otros países distintos. Impotencia porque no puedes decirles nada, no puedes decirles que no tienen vergüenza cuando esa pobre criatura llega sonriendo y se va viendo la cara de desilusión porque ese personaje no la hace ni caso. Da rabia ver cómo nos tratan, con qué desprecio en muchas ocasiones, jugando con la ilusión de los niños, porque no solo mi peque era la española, sino que estábamos muchíiiiiiiisimos más.
Impotencia cuando tratas de subir a un coche de caballos en el parque y ves cómo pasan por delante de ti los del terreno y tu entras al final y por los pelos, cuando has sido la primera en llegar a la fila y además soportar que te miren con desdén. Y después de ver eso, explícale a tu hija que hay que respetar el orden de llegada.
Y es curioso, porque en las inmensas colas que hemos tenido que hacer para algunas atracciones, nos hemos encontrado con familias de prácticamente todos los puntos de España y, muchos de ellos quejándose de lo mismo: "cuando nos oyen hablar en español nos dejan los últimos". Los españoles somos la gran inmensa mayoría de visitantes de Disneyland París y, por desgracia, no han sido capaces de traducir a nuestro idioma ni los teatros ni las proyecciones del parque. Pero eso sí, las proyecciones en inglés, francés, alemán e incluso en holandés, español no.
Mi peque ha venido como loca, después de lo bien que se lo ha pasado y como no, pidiendo volver otra vez en cinco años. Para ella no se ha llegado a romper la magia, aunque para mi, por desgracia, no ha sido la misma que encontré cinco años antes. Y vuelvo a decir, hemos encontrado allí gente amable, atenta y educada, y mucha, pero por desgracia también ha sido mucha la gente desagradable y mal educada. Es una pena que en un rebaño de ovejas blancas, las negras destaquen tanto.
Bueno, y después de toda esta parrafada, aquí os dejo unas fotitos, porque no todo ha sido desagradable, por suerte. Han sido muuuuuchos los momentos de diversión e ilusión y nuestro viaje, momentos desagradables aparte, ha merecido la pena.
Por cierto, no todo han sido personajes Disney. Mirad con quien nos encontramos allí, super simpático, super agradable, decir que es encantador es poco y, como no, ¡es que es español!